domingo, 10 de julio de 2011

... Y TU... ¿QUE HACÍAS A LOS 17 AÑOS?... (Para los amargados que critiquen a la Sub17)...

Para dimensionar su propia euforia y para dimensionar la gloria de esta Sub 17 de México, vale una pregunta.

Y vale para 130 millones de mexicanos, excepto, claro, los 23 de Perú 2005: ellos estaban haciendo lo mismo.

Y vale también la pregunta para los eternos 3 millones de uruguayos que tragaron el amargo mate de la decepción.

¿Qué estaba haciendo Usted un 10 de julio, o cualquier otro día, a sus 16 o 17 años?
Si lo recuerda, felicidades: fue trascendente en su vida. Si no lo recuerda, pudo ser un día más en su vida o pudo ser un día menos en su vida.

Estos, las "Momias ChinGómez" ganaban un título en el Mundial Sub 17, por Usted, con Usted, para Usted.

Lo hacían en esa mezcla extraña, en esa química confusa, de la ansiedad y la presión, porque la asignación era sólo de ellos pero era para 130 millones de mexicanos.

Y la pregunta vale, porque sobreviven las voces aguafiestas: es un Mundial de niños, es un Mundial Sub 17. Y es válido que contesten estos detractores: qué conquista a nivel mundial realizaban a sus 17 años.

Puede ser que se confabulen la inconsciencia y la adrenalina; puede ser que se metabolice el concepto de que es un juego y no una misión, pero como sea, salir a ganar con 100 mil testigos pujando con ellos, pujando por ellos, no debe ser fácil, porque en ese momento, en ese instante de la vigilia antes de que silbe el árbitro, se agolpan el tsunami de sentimientos doblegando a los sentidos.

Y esos sentimientos en tropel en cuestión de segundos tienen forma, tienen rostro, tienen nombre. Lo dijo Fierro antes del juego: "Es por la familia, por los amigos, por la gente, por que está presente el nombre de México, y por nosotros mismos".

¿Demasiada carga a los 17 años? ¿Y usted se imagina a si mismo a los 17 años, vestido de verde y sintiéndose el único, el protagonista principal que tiene la misión de llevar el maná a las gargantas ansiosas de 130 millones de ayunantes?

No es fácil, y pocos, muy pocos, podrán responder ¿qué hacían a los 16 ó 17 años? y ¿cuántos hacían realidad por transpiración e inspiración propios un sueño a los 17 años de edad?

La pregunta, por eso, termina por enaltecer, por venerar, por agigantar la conquista de los Sub 17. Ellos, como los de Perú 2005, siempre recordarán y serán recordados por la conquista consumada de manera suprema a esa edad. La memoria colectiva es y será el mejor homenaje para los Perú 2005 y México 2011.

Cualquiera que se atreva a denostar su conquista o su victoria, deberá primero preguntarse ¿qué había ganado yo, qué hacía yo a los 17 años? Estos Sub 17, como los de Perú 2005, hacían feliz a una nación que necesitaba de ese oxígeno festivo para escapar a los momentos de sangre luto y hambre que enfrenta en sus calles en su vida diaria.

EL TRÁMITE DEL 2-0

Y ellas, las "Momias ChinGómez" no estaban solas. El Estadio Azteca fue de nuevo ese Templo Supremo que es en el futbol mundial, el único en el que se han jugado dos finales de Copa del Mundo, y el único en el que los dos mejores del mundo han encontrado el clímax de ser campeones del orbe: Pelé en 1970 y Maradona en 1986.
Irónico, es la primera vez que México es profeta en el Azteca, que es profeta en su tierra. Había siempre prestado su palacio para fiestas ajenas.

Y en la cancha cada quien hizo lo suyo, lo previsto: México con el volumen de futbol que había a veces insinuado y a veces patentizado y a veces patentado, y fue contundente: tuvo tres claras y dos las firmó en la trinchera de los celestes.
Uruguay en lo suyo, en ese quehacer histórico que se le conoce: mordiendo, con pausa, con fuerza, con garra, con esa escuela canchera que se aprende de niño, y por supuesto, con las cualidades genéticas de futbolista con clase.

México fue el compendio de quienes besan la gloria: transpiración, inspiración, fortuna y temperamento.

La camiseta de enfrente tenía linaje, tiene prosapia y el adversario tenía mayos potencia física y esa arrogancia merecida de quienes tienen sangre de campeones.
No importó: México hizo gala y acopio de sus virtudes y genera dos goles que reflejan personalidad, esa victoria de 2-0. Fierro recentra al área y Briseño la empuja. El segundo es de sangre fína también, de puntualidad y de elegancia:

contragolpe y el remate de Giovanny Casillas al minuto 91 a pase de González.
¿Cachirules en el Tri 17? No hay problema. Los papeles están en orden. México tuvo dos jugadores importantes en el Azteca, como los había tenido anteriormente y son menores de 17 años.

Hablamos de esos jugadores inesperados, sin uniforme, sin posición, sin número, pero que para México han sido siempre oportunos: los postes.

Si ante Alemania el poste remata el tiro de esquina de Espericueta para consagrarlo como gol olímpico, ante Uruguay los postes que salvaron a México a disparos charrúas, están en la edad: esa parte del equipo de la cancha del Estadio Azteca que se renovó hace apenas 12 años.

Los viejos sabios, empezando por Nacho Tréllez, acuñador de la frase originalmente, sostienes el testimonio reiterado: suerte de campeones. Y los postes son enviados divinos de la Diosa Fortuna.

El Santuario Mexicano de futbol vivió una fiesta múltiple y cuando el árbitro pitó el final del juego y la exaltación del nuevo monarca del mundo Sub 17,
aficionados y jugadores se miraban entre sí: ¿cómo carajos, cómo demonios se celebra ser en casa ser los mejores del mundo si nunca nadie se los enseñó?
¿Cómo se comportan los campeones del mundo si en al mitología del futbol mexicano sólo aparecen Copas de Oro y una Copa Confederaciones?
Hasta esa fue una lección nueva para los mexicanos: las grandes victorias en las grandes guerras se festejan con unidad, esa que fue manifiesta en las tribunas, donde poquísimos inconscientes profanaron el verde de gala, para asomarse con camisetas de Chivas, América, Cruz Azul, Pachuca, y es que ayer todos perdían su identidad para ceder el paso al nacionalismo de la victoria.

Nace pues una generación nueva, gallarda, digna, valerosa, valiosa, y que como la del 2005, tiene una historia que contar si alguna vez, alguien, ociosamente, le pregunta ¿y tú qué hacías a los 16 ó 17 años?

Y cualquier de las dos generaciones, Perú 2005 y México 2011, podrá responder: "No mucho: sólo era campeón del mundo de futbol, ¿y tú?".



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